Erase una vez que se era, en un país lleno de espacios singulares, una realidad turística que, lejos de ser un cuento de hadas, se parecía más bien a la película de “El día de la Marmota” dirigida por Harold Ramis. Alguien se puede preguntar el por qué de esta afirmación. Pues la respuesta es sencilla: porque por desgracia se repiten una y otra vez los mismos errores en los distintos destinos turísticos de nuestro país.
En mi opinión, uno de los que es más destacables es la infrautilización de espacios de uso público como, por ejemplo, los mercados de abastos o los edificios emblemáticos, que en muchas ocasiones luchan en una batalla que el tiempo ya ha ganado. Sólo con fijarse en el estado de sus fachadas, de sus muros resquebrajados,… uno se puede llegar a preguntar si nos sobra tanto patrimonio como para permitir que se pierda parte de él. Claro que no aunque hacen falta, como siempre, recursos económicos y un sinfín de trámites para conseguir mejorar el continente y darle un contenido más apropiado que la desnudez.
Una solución que se ha aportado desde distintos destinos es crear espacios de interpretación o expositivos como, por ejemplo, un pequeño museo o un centro de interpretación. A priori, puede parecer apropiado. El problema radica en que luego hay que mantener unos costes fijos que a veces acaban por ser excesivos y el espacio vuelve a quedarse sin uso, esta vez dotado de un contenido museístico de última generación, por lo menos, por ahora.
Otra solución en mi opinión mucho más adecuada es la generación de espacios experienciales, es decir, lugares vivos donde se pueda tener una vivencia de ocio, relacionada o no con su anterior actividad. Un ejemplo exitoso es el nuevo mercado de San Miguel que se inauguraba el pasado mes de mayo en Madrid. Este mercado emblemático de barrio, ubicado en el centro histórico y turístico, ha llegado a convertirse en un espacio de referencia cultural y gastronómica (www.mercadodesanmiguel.es).
Localizado en una joya arquitectónica del siglo XIX, es uno de los ejemplos más destacables de trasformación de un espacio a partir de sus elementos más tradicionales, respetando su concepto original de puestos de alimentación, con la integración de las nuevas tendencias de consumo. Se centra en productos y segmentos de consumidores de medio y alto poder adquisitivo, a los que ofrece una experiencia culinaria que incluye un gran abanico de posibilidades, desde los chocolates a las ostras. Además, ofrece la posibilidad de realizar distintas actividades como, por ejemplo, las actividades organizadas para los niños de las pasadas navidades o “las Experiencias Sensoriales” del mes de Enero, donde el visitante podrá disfrutar de una serie de catas dirigidas por los mejores expertos.
Como toda realidad, es mejorable. Sin embargo no se puede negar que a este paso se convertirá en un nuevo referente turístico y de ocio de la ciudad de Madrid, a partir de la recuperación de un edificio emblemático y de la generación de una oferta atractiva para el visitante.
En todo caso es una demostración a tener en cuenta de lo que muchos llevamos años intentando que se lleve a la práctica antes de que mañana tal como hoy y ayer, volvamos a ver que el mismo cuento, se repite.
Ana López
Erase una vez que se era, en un país lleno de espacios singulares, una realidad turística que, lejos de ser un cuento de hadas, se parecía más bien a la película de “El día de la Marmota” dirigida por Harold Ramis. Alguien se puede preguntar el por qué de esta afirmación. Pues la respuesta es sencilla: porque por desgracia se repiten una y otra vez los mismos errores en los distintos destinos turísticos de nuestro país.
En mi opinión, uno de los que es más destacables es la infrautilización de espacios de uso público como, por ejemplo, los mercados de abastos o los edificios emblemáticos, que en muchas ocasiones luchan en una batalla que el tiempo ya ha ganado. Sólo con fijarse en el estado de sus fachadas, de sus muros resquebrajados,… uno se puede llegar a preguntar si nos sobra tanto patrimonio como para permitir que se pierda parte de él. Claro que no aunque hacen falta, como siempre, recursos económicos y un sinfín de trámites para conseguir mejorar el continente y darle un contenido más apropiado que la desnudez.
Una solución que se ha aportado desde distintos destinos es crear espacios de interpretación o expositivos como, por ejemplo, un pequeño museo o un centro de interpretación. A priori, puede parecer apropiado. El problema radica en que luego hay que mantener unos costes fijos que a veces acaban por ser excesivos y el espacio vuelve a quedarse sin uso, esta vez dotado de un contenido museístico de última generación, por lo menos, por ahora.
Otra solución en mi opinión mucho más adecuada es la generación de espacios experienciales, es decir, lugares vivos donde se pueda tener una vivencia de ocio, relacionada o no con su anterior actividad. Un ejemplo exitoso es el nuevo mercado de San Miguel que se inauguraba el pasado mes de mayo en Madrid. Este mercado emblemático de barrio, ubicado en el centro histórico y turístico, ha llegado a convertirse en un espacio de referencia cultural y gastronómica (www.mercadodesanmiguel.es).
Localizado en una joya arquitectónica del siglo XIX, es uno de los ejemplos más destacables de trasformación de un espacio a partir de sus elementos más tradicionales, respetando su concepto original de puestos de alimentación, con la integración de las nuevas tendencias de consumo. Se centra en productos y segmentos de consumidores de medio y alto poder adquisitivo, a los que ofrece una experiencia culinaria que incluye un gran abanico de posibilidades, desde los chocolates a las ostras. Además, ofrece la posibilidad de realizar distintas actividades como, por ejemplo, las actividades organizadas para los niños de las pasadas navidades o “las Experiencias Sensoriales” del mes de Enero, donde el visitante podrá disfrutar de una serie de catas dirigidas por los mejores expertos.
Como toda realidad, es mejorable. Sin embargo no se puede negar que a este paso se convertirá en un nuevo referente turístico y de ocio de la ciudad de Madrid, a partir de la recuperación de un edificio emblemático y de la generación de una oferta atractiva para el visitante.
En todo caso es una demostración a tener en cuenta de lo que muchos llevamos años intentando que se lleve a la práctica antes de que mañana tal como hoy y ayer, volvamos a ver que el mismo cuento, se repite.
Ana López