Es algo que no nos cansamos de repetir en nuestras jornadas de trabajo y seminarios. Y no es porque sea nuestra percepción. Es la de miles de turistas que muestran su satisfacción con las bodegas más pequeñas y otros muchos establecimientos de tamaño más reducido. Precisamente en este tipo de negocios, es donde generalmente se ven atendidos por propietarios, enólogos y responsables de empresa que son capaces de transmitirle la historia y valores de la empresa, el alma de la bodega, algo que nada tiene que ver con las instalaciones y la grandilocuencia de un edificio.
Es en este tipo de establecimientos donde disfrutan de una atención personalizada, un servicio no masificado y una atención exquisita, donde no se sienten el turista nº XYZ y donde descubren toda la cultura del vino, sus raíces, desde la cepa hasta la botella, o bien la historia de una familia, de una bodega o cualquier otro “guión”, pero que en cualquier caso se descubre “lo grande y cálida” que pueden ser la atención. En muchas ocasiones, detrás de este tipo de bodegas solemos encontrarnos también grandes vinos, elaborados con mimo, esmero y la mayor dedicación.
¿Qué más podemos pedir?.
Sin embargo este “saber hacer enoturístico” no es patrimonio exclusivo de las pequeñas bodegas. Algunas otras de tamaño medio y grande también han sabido cuidar los detalles y dejarse de lado sus estadísticas de miles de visitantes, su preocupación por los clientes VIP y saben atender muy bien a todas y cada una de las personas con mayor o menor nivel de interés llaman a su puerta. Y es que nunca se sabe quién hay detrás de esa llamada telefónica, o quién está escuchando nuestro discurso o admirando nuestra bodega. Y es que ahora más que nunca, en momentos de crisis, hay que dar las gracias a cada cliente que nos elige entre los varios miles de bodegas que hay en España, dispuesto a concedernos un tiempo para entretenerse, conocer nuestros vinos y pasarlo bien en nuestras instalaciones. No nos carguemos a la gallina de los huevos de oro. El enoturismo no es una moda. Si lo hacemos bien, o mejor dicho, muy bien, perdurará. Y además es rentable, muy rentable si se gestiona con criterios profesionales. Demos un producto con un valor superior a lo que paga el cliente por él. Y es que ser grande no es una cuestión de tamaño, como dice el anuncio, es cuestión de actitud. Seamos grandes con nuestra atención, calidad y servicio. Hagamos memorable nuestra bodega, independientemente de nuestro tamaño, que no importa. Es posible y además estamos obligados a ello.
¿Cómo nos diferenciamos si no?
Esperamos vuestra opinión
Es algo que no nos cansamos de repetir en nuestras jornadas de trabajo y seminarios. Y no es porque sea nuestra percepción. Es la de miles de turistas que muestran su satisfacción con las bodegas más pequeñas y otros muchos establecimientos de tamaño más reducido. Precisamente en este tipo de negocios, es donde generalmente se ven atendidos por propietarios, enólogos y responsables de empresa que son capaces de transmitirle la historia y valores de la empresa, el alma de la bodega, algo que nada tiene que ver con las instalaciones y la grandilocuencia de un edificio.
Es en este tipo de establecimientos donde disfrutan de una atención personalizada, un servicio no masificado y una atención exquisita, donde no se sienten el turista nº XYZ y donde descubren toda la cultura del vino, sus raíces, desde la cepa hasta la botella, o bien la historia de una familia, de una bodega o cualquier otro “guión”, pero que en cualquier caso se descubre “lo grande y cálida” que pueden ser la atención. En muchas ocasiones, detrás de este tipo de bodegas solemos encontrarnos también grandes vinos, elaborados con mimo, esmero y la mayor dedicación.
¿Qué más podemos pedir?.
Sin embargo este “saber hacer enoturístico” no es patrimonio exclusivo de las pequeñas bodegas. Algunas otras de tamaño medio y grande también han sabido cuidar los detalles y dejarse de lado sus estadísticas de miles de visitantes, su preocupación por los clientes VIP y saben atender muy bien a todas y cada una de las personas con mayor o menor nivel de interés llaman a su puerta. Y es que nunca se sabe quién hay detrás de esa llamada telefónica, o quién está escuchando nuestro discurso o admirando nuestra bodega. Y es que ahora más que nunca, en momentos de crisis, hay que dar las gracias a cada cliente que nos elige entre los varios miles de bodegas que hay en España, dispuesto a concedernos un tiempo para entretenerse, conocer nuestros vinos y pasarlo bien en nuestras instalaciones. No nos carguemos a la gallina de los huevos de oro. El enoturismo no es una moda. Si lo hacemos bien, o mejor dicho, muy bien, perdurará. Y además es rentable, muy rentable si se gestiona con criterios profesionales. Demos un producto con un valor superior a lo que paga el cliente por él. Y es que ser grande no es una cuestión de tamaño, como dice el anuncio, es cuestión de actitud. Seamos grandes con nuestra atención, calidad y servicio. Hagamos memorable nuestra bodega, independientemente de nuestro tamaño, que no importa. Es posible y además estamos obligados a ello.
¿Cómo nos diferenciamos si no?
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